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Capacidad y discapacidad

Salimos «del corazón y de las manos de Dios». Creados por Él como don inestimable, más grande que todo el universo material, «a su imagen y semejanza», regresamos a Él; eso es la vida eterna, gracia que va mucho más allá de lo que podemos siquiera imaginar.

Para participar de ella, tenemos que decirle sí, aceptar su salvación, su Presencia, en particular en cada hermano y hermana, en cada prójimo, en especial en quien parece «insignificante». Debemos convertirnos una y otra vez en el peregrinar de la vida.

Es algo muy bello, y que significa un avance y cambio de paradigma, la expresión «personas con capacidades diferentes». Y sí, es verdad, porque discapacitados somos todos, tenemos capacidades y discapacidades.

Y frente a esto, y en todo, Jesús es el camino, es el modelo a seguir. Él tomó sobre sí nuestras debilidades, nos amó a todos, pero prefirió a «los últimos». Nos invita a imitarlo en su amor pleno, y también en sus preferencias. Estas discapacidades, asumidas por Él, no nos destruyen. Lo que nos puede destruir es no amar, tener el corazón cerrado, «no tener corazón».

He leído una noticia bellísima. Las «Hermanitas Discípulas del Cordero», alentadas por el doctor Jerôme Lejeune, aceptan como religiosas a mujeres con síndrome de down, incluso a mujeres con discapacidades mentales o sensoriales graves. Hay que recordar que el doctor Lejeune es el padre de la genética y descubridor del gen de síndrome de down, un ejemplo de hombre santo y sabio.

Su viuda nos comparte un testimonio más que hermoso, que tiene que ser nuestra referencia:

“Quiero que sepan que esta amistad [entre Juan Pablo II y el Dr. Lejeune] tenía su origen en el mismo reconocimiento de la belleza de todo ser humano, imagen y semejanza de su Creador. Juan Pablo II y Jérôme Lejeune amaban a cada ser humano, desde su concepción hasta su último instante».

Las Hermanitas, lo que hacen es reconocer esa belleza de todo ser humano, imagen y semejanza de Dios.

Termino con la invitación que nos hace Jesús al final de la parábola del Buen Samaritano: «Vete y haz tú lo mismo». «Andá y hacé vos lo mismo».

Hermano Antonio Ostojic.

Esta entrada tiene un comentario
  1. Gracias Antonio por tan buen artículo y por recordarnos, sobre todo a los médicos, a un «grande de la ciencia» y a un «santo», que no se dejó doblegar por los intereses comerciales de la investigación científica. Espero que nos sigas contando más anécdotas sobre el Dr. Lejeune.
    Un abrazo
    Cristian

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