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Crecer en la adversidad

Sufrir una enfermedad crónica, progresiva y potencialmente mortal, como lo es él cáncer, es una de las experiencias más adversas que el ser humano puede vivenciar, por tanto, resulta casi imposible pensar que en una instancia tan crítica haya espacio para el bienestar. Sin embargo, en nuestros años de trabajo con personas que transitan el final de sus vidas, hemos tenido la oportunidad de compartir experiencias que nos han sorprendido. Hemos acompañado personas que al dolor y al sufrimiento han respondido con fortaleza, han encontrado en la adversidad una ocasión para su desarrollo o un cambio positivo, han afrontado sus dolencias con optimismo y esperanza, y en su lucha nos han dejado una enseñanza.

Diferentes estudios sobre la respuesta psicológica a los problemas de salud física han investigado los mecanismos mentales que emplean las personas que afrontan de forma excepcional enfermedades graves o situaciones de gran adversidad y muchos coinciden en la identificación de algunos factores fundamentales: una actitud de afrontamiento activo que conlleva un espíritu de lucha frente a la enfermedad; la aceptación realista; el desarrollo de la vida espiritual y el apoyo social.

• El afrontamiento activo es la forma más funcional para la adaptación a la enfermedad ya que permite integrar la experiencia de la enfermedad cómo parte de la vida. Implica valorar el diagnóstico como un desafío, un gran sentido del compromiso con el tratamiento, una fuerte sensación de control sobre los acontecimientos, estar abiertos a los cambios en la vida; tender a interpretar las experiencias estresantes y dolorosas como una parte más de la existencia, creer en la propia capacidad para hacerles frente, tener optimismo, y a la vez ser capaces de extraer beneficios de la situación (oportunidad de cambio, crecimiento y unión familiar).

• La toma de conciencia de la muerte puede ser considerada por antonomasia, como la crisis existencial más importante en la vida del ser humano. Sin embargo, frente a una enfermedad grave, quienes logran significar la enfermedad y la muerte como procesos naturales que son parte de la vida y están satisfechos con sus vidas, suelen sobrellevar la situación con mayor aceptación. Aceptar implica reconocer y comprender lo que sucede sin negarlo. Supone una actitud constructiva de no pelear con la realidad sino asumir las emociones y sentimientos negativos como parte de la experiencia vital adversa, tener conciencia de la magnitud de la situación, pero a pesar de ello, centrar la atención y el comportamiento en aquellos aspectos que se pueden controlar y cambiar.

• La espiritualidad alude a la aspiración profunda e íntima de una visión de la vida y la realidad que integre, conecte, trascienda y de sentido a la existencia. Implica una mirada del propio ser como parte de una realidad superior. Comprende una búsqueda personal de sentido, del significado de la vida y de la muerte, del valor de uno mismo: sus actos, su persona, sus circunstancias. El desarrollo de la vida espiritual está reconocido como un factor que incrementa los recursos internos de la persona y contribuye al bienestar psicológico, en tanto que la conexión con una realidad superior abre al misterio, a la trascendencia, a la esperanza a una posible experiencia religiosa o a iniciar un camino espiritual donde poder encontrar paz y sosiego, y, con ello, mayor capacidad de afrontar la adversidad.

• El apoyo social refiere a la existencia o disponibilidad de personas con las cuales se puede confiar o contar en periodos de necesidad. Es una práctica de cuidado que se da en el intercambio de relaciones entre las personas y se caracteriza por expresiones de afecto, afirmación o respaldo de los comportamientos de otra persona, entrega de ayuda simbólica o material a otra persona y tiene efectos positivos sobre la salud y el bienestar, ya que aumentan la capacidad de afrontar situaciones de estrés, la responsabilidad y competencias personales. La familia es la fuente principal de apoyo social con que cuenta la persona enferma para afrontar con éxito los problemas a que da lugar la enfermedad, aportando el máximo apoyo instrumental, afectivo y emocional.

La irrupción de una enfermedad que amenaza la vida provoca una crisis que puede significar una respuesta desadaptativa que provoque deterioro anímico y secuelas a nivel psicológico, pero también, puede significar la adaptación saludable que promueva el desarrollo personal. Es posible tener emociones positivas en la adversidad, transformar las amenazas en retos y desde una aceptación realista, tener esperanza y bienestar.

Durante estos diez años de trabajo en el Hospice Madre Teresa junto a personas gravemente enfermas hemos tenido el privilegio de ser testigos y aprender que muchas veces la adversidad es una oportunidad de crecimiento.

– Lic. Lorena Etcheverry, Psicóloga HMT

Esta entrada tiene 4 comentarios
  1. queridos hermanos, soy la mamá de un chico que a sus 14 años tuvo que enfrentar un cáncer que terminó con é a los 10 meses. Por muchas cosas que luego pasaron en nuestras vidas, creo que él está junto a Dios en un hermosos lugar y sigue muy cerca nuestro. Mi comentario es para decirle que su frase de cabecera cuando le preguntaban cómo estaba era «todo bien» Tenía solo 15 años, sabía que moría pero su entereza era tal que no puedo negarme a creer que estaba ayudado por una fuerza superior que le anticipaba que lo que pasaría no sería su fin sino el comienzo de algo mucho más grande y mejor.
    Los valoro y felicito por haber encontrado este camino de poder ser parte de algo tan sublime como es ayudar a morir. Todos mis respetos hacia los que forman parte de esta obra. Con cariño
    Carmen la mamá de Guido campeón

    1. Estimada Carmen:

      Muchas gracias por tus palabras sinceras!, las cuales nos motivan a seguir trabajando y mejorando día a día.

      Un cariño inmenso de todo el equipo del HMT

  2. Como familiares de Titina tuvimos la oportunidad de comprobar que lo que se publica en la página es verdad. La tarea del médico, las enfermeras y los voluntarios, nos hizo menos penoso el final.Tanta generosidad nos hizo sentirnos contenidos y acompañados por una gran familia, la del Hospice.Gracias. Por siempre GRACIAS.

  3. El sufrimiento, la enfermedad, la adversidad, el dolor, son paradojales, porque son oportunidades únicas de acercarnos más a Dios y a los hermanos y hermanas. Madre Teresa los llama ‘caricias de Dios’.
    Y si Jesús y la Madre Dolorosa recorrieron ese camino salvador y liberador, nos marcan el rumbo a nosotros.
    Gracias por la reflexión.

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