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Los último días de octubre el Dr. Cristian Viaggio, Director Médico y Presidente del Hospice Madre Teresa, recibió un reconocimiento como Personalidad Destacada del Año en la cuidad de Luján por parte del Rotary Club Juan B. Barnech, por su desiteresada labor en la conducción del Hospice Madre Teresa.

Desde hace 20 años el Club Rotary Juan B. Barnech cada mes de octubre, al que nombran como «Mes de SATO» (Servicio A Través de la Ocupación), reconoce a una Institución y una Personalidad de la ciudad por el aporte a la comunidad en su tarea diaria.

Para elegir esta distinción cada socio presenta un canditato, tanto instituciones como personalidades, que son evaluadas por la Junta Directiva y luego se vota en la Asamblea. Así, los candidatos ganadores reciben un reconocimiento y un estatuilla como presente durante una reunión especial llevada a cabo los últimos días de octubre.

Dr. Cristian Viaggio, Personalidad Destacada del Año

Además para conocer un poco más sobre la historia y labor del Dr. Cristian Viaggio compartimos la entrevista recientemente realizada por El Civismo a nuestro Director Médico y Presidente del Hospice.

«Tiene 48 años. Casado hace 15 años. Cuatro hijos. Nacido en Luján. Cristian Viaggio es médico. La charla surge por una serie de decisiones que tomó en los últimos años y que no abundan en la medicina actual, “atravesada por el capitalismo”, como me dirá en la conversación. La primera, tal vez desconocida por muchos, es haber dejado la profesión en el plano privado y solo atender en establecimientos públicos. La segunda, darle forma, crear, sostener y apuntalar el crecimiento del Hospice Madre Teresa en la ciudad de Luján. La tercera, trabajar en ese espacio como voluntario, es decir, sin recibir remuneración alguna.

Viaggio se recibió en la UBA y estudió la especialidad en Urología. Más tarde cursó Oncología y a partir de allí pasó a dedicarse en exclusiva a los pacientes con cáncer urológico. “Por cuestiones a las que te va llevando la profesión, me formé en Cuidados Paliativos”.

“La motivación en estos cuidados integrales a las personas con enfermedades progresivas e incurables como es el cáncer, surge por la realidad. Esa realidad de observar y ver en la práctica asistencial que los enfermos con cáncer, que se encontraban en situación de ‘enfermedad terminal’, estaban desamparados o abandonados por el sistema de salud”, plantea.

“Eso se sumaba a una vocación interior que tuve desde joven al conocer, a través de los medios, a la Madre Teresa de Calcuta. Quería ir a la India a ayudar a los enfermos terminales. En ese punto se une la vocación o el espíritu de amor al prójimo con la profesión”, dice.

¿Cumplió el sueño de ir a India?

– “No lo cumplí porque cuando tenía todo preparado para irme, escuché a la Madre Teresa de Calcuta con un mensaje en el que decía que no hacía falta ir a la India. Pidió que miremos en la ciudad en la que vivíamos si no había algún vecino o alguien que necesitara ser ayudado. Eso fue un impacto espiritual muy fuerte. En ese momento pensé: qué voy a ir a buscar allá… si quiero ayudar puedo hacerlo en Luján”.

Viaggio está desde que el proyecto del Hospice era apenas un sueño. Un sueño como el que tiene ahora: crear un hogar para ancianos y discapacitados severos. Es uno de los fundadores de una obra que comenzó en 2003.

“Yo ya trabajaba como médico y estaba formado en la especialidad. Ahora faltaba ponerle la impronta social desde lo asistencial y lo jurídico. Fue una etapa en la que empecé a hablar con varias personas. En paralelo, trabajábamos en la conformación de la asociación civil sin fines de lucro”, recuerda.

“Hasta ahí no teníamos espacio físico. Solo reuniones periódicas en lo que era la Casa Parroquial de Basílica. Teníamos como objetivo encontrar un lugar”, indica. El primer espacio “surgió de manera providencial” – dice – a partir de la apertura de la casa del señor Walter Baffa, “a quien habíamos acompañado en un momento difícil que le tocó atravesar con su esposa. Él, generosamente, cedió una parte de su casa para que nos instalemos. Ese fue el primer impacto y fue muy emotivo”.

“Seguimos creciendo año tras año. Walter decide la venta de su casa y nosotros tuvimos que alquilar una propiedad, pero manejando la idea de tener la casa propia. El proyecto en el actual lugar arrancó entre 2012 y 2013. Ni bien nos quedamos sin espacio surge una donación para comprar. Juntamos más y compramos los lotes”, detalla.

¿Cómo se trabaja y proyecta el sostenimiento de la obra?

– Es el gran desafío de toda obra. Pero lo importante es centrarse en lo prioritario, que es el bien común. Siempre se prioriza la asistencia a la persona y a su familia, y de ahí en más se genera un sistema solidario de ayuda, porque apostamos a la solidaridad bajo razón de justicia. Mantenemos este sistema solidario de sumar pequeños aportes de mucha cantidad de gente. Ahí surge el sistema de socios y padrinos”.

No hay recursos internacionales, como puede pensarse. Viaggio explica que “la Congregación de Madre Teresa de Calcuta viene siempre y acompaña desde lo moral y lo espiritual. Nosotros no estamos vinculados al Movimiento de Misioneras de la Caridad ni tampoco a la Congregación Argentina. El Hospice tiene dos pilares esenciales de sostenimiento del servicio: el voluntariado, que somos unas 50 personas. Hacemos todas las actividades de la casa y acompañar a los enfermos en actividades recreativas. Y un plantel rentado de enfermería con atención de las cuatro camas de internación”.

Viaggio cuenta que “siempre la prioridad, por ser un sistema solidario y gratuito, la tienen los más carenciados y las personas de Luján. Eso lo digo porque más del 90 por ciento del sostenimiento de la obra es acompañado por la comunidad de Luján”.

¿Cuánto se relaciona la obra y los cuidados paliativos a la creencia religiosa? Porque puede suceder de familias que necesitan ayuda y no son creyentes.

– “Si bien nosotros tenemos una identidad plenamente católica, eso significa universal. Para nosotros es una apertura hacia todas las personas que necesitan. No interesa el credo religioso ni nada de eso. Los cuidados paliativos tienen una particularidad: dentro de su mirada integral y desde lo secular, contempla la espiritualidad. Eso implica todo lo trascendente del sentido de la vida y sus valores: el bien, el amor, la reconciliación. Eso no es tangible. Así lo establece también la Organización Mundial de la Salud. Eso nos permitió trabajar y mucho, porque afloran los valores y el sentido de la vida”.

¿Cómo sigue, si es que sigue, el vínculo con la familia del paciente?

– “Los Cuidados Paliativos, si tenemos recursos, deben extenderse hasta el duelo. Entonces uno debería ofrecer contención para los familiares del fallecido durante algunos meses más. Pero siempre, si no hay un taller de duelo, el vínculo existe. Además es permanente el regreso al Hospice, aunque es lógico que por el impacto emocional durante un tiempo no vengan porque reviven todo lo sucedido. Cuando logran subsanar ese impacto, muchos se suman como voluntarios”.

Imagino que no debe ser fácil esta tarea suya si no acompaña la familia…

– “Mi familia me acompaña muchísimo. En particular mi señora, Betina. No se podría entender lo que hago si no se entendería que hay una esposa que sustenta la familia, el trabajo y es también mi sostén espiritual. Además, yo me dedico a la medicina social y pública. No hago medicina privada. Dejé eso hace muchos años”.

¿Cómo fue esa decisión?

“No fue sencilla. Sin embargo, cuando uno está en los dos lados se puede confundir en los intereses. Quería sentirme coherente con lo que estaba proponiendo y con la invitación que hacía de acompañamiento solidario. Necesitaba dar un paso y no sé si es ejemplo, pero sí la necesidad de marcar el bien común por sobre cualquier interés económico. Eso me genera un montón de limitaciones económicas y enfrentar el día a día con una familia y cuatro hijos. Soy empleado público y único sostén familiar. Trabajo en el Vicente López y en el Sommer. En el Hospice soy voluntario desde el inicio. Y quiero seguir así”.

Usted lo cuenta como algo lógico en una sociedad en la que esas decisiones son excepciones…

– “La salud hoy está atravesada por el capitalismo. Nos guste o no. Más las necesidades inventadas que tenemos que cubrir, lleva a un desborde en la búsqueda de dinero. Eso puede llevar a hacer cosas muy poco éticas. Cuando la prioridad es la búsqueda de dinero, la actividad se deshumaniza”.

En una tarea como la del Hospice, ¿qué satisfacciones rescata?

– “Uno tiene que tener cierta madurez psicológica y espiritual para enfrentar todo lo vinculado al final de la vida y a la muerte. Debo tener una fortaleza, un sentido de mi vida y una mirada trascendente sobre la muerte para desarrollar esta actividad. Con un pensamiento materialista y totalmente intrascendente, te frustrás y es muy difícil encontrar sentidos. El sentido pleno se encuentra en que uno es interpelado en su propia espiritualidad. En eso, yo aprendo de los enfermos. Ellos me han enseñado que lo importante no es el dinero… es la familia, el amor, el cuidado, la reconciliación y el perdón. La mayoría, como dice una de nuestras fundadoras internacionales, quiere al final de la vida reconciliarse con uno mismo, con la vida, con Dios y dar gracias, pedir perdón y decir adiós.

“El balance de mi vida es plenamente positivo. Lo que hago me genera mucha paz interior, a pesar de las vicisitudes que uno debe atravesar a diario en la obra. Soy una persona y como todos, sufro, necesito y no soy un superhéroe. Soy vulnerable como todos. Pero tengo una gran paz interior”, concluye.

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