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El poder del silencio en el acompañamiento

“En el silencio se producen los momentos más auténticos de la comunicación entre los que se aman: la gestualidad, la expresión del rostro, el cuerpo: como signos que manifiestan a la persona.” Benedicto XVI

El dilema es hablarles a ustedes, la gente del Hospice, de algo que viven intensamente, y cada día y mucho más que quien escribe. Pero como me han invitado, intentaré reflexionarlo.

Nos referimos a un silencio fecundo, que nos libera de ruidos superficiales. El silencio «escuchante», respetuoso, sagrado.

La disposición a escuchar es esencial al acompañamiento.

Todo contacto con el prójimo, y más en esta situación, nos regala la oportunidad del encuentro con el mismo Jesús: «Estuve enfermo y me visitaron» (Mt 25, 35)

Respetar, escuchar, acompañar. El lenguaje no verbal, los gestos, las miradas, los silencios, tienen tanta importancia como las palabras.

Con frecuencia creemos que siempre tenemos que «decir algo». También escuchar nos sana y sana al otro.

Dice más el silencio de quien acompaña con respeto que los consejos, razones y explicaciones.

Si el enfermo es creyente, la oración ha de surgir de la necesidad y deseo del paciente. Es importante antes de orar escuchar al enfermo, conocer sus vivencias y estados de ánimo, conocer sus actitudes y reacciones: de queja, de angustia, de culpabilidad, de gozo, de gratitud…

Es necesario e importante que se establezca una relación de empatía con el enfermo de manera que se sienta cómodo, comprendido, aceptado y querido. Así la oración que hagamos con el enfermo expresará bien lo que quiere decir a Dios en ese momento.

Si está quejoso con Dios, habrá que ayudarle a expresar esas quejas a Dios. Si desea orar por él, por su enfermedad, familia, médicos, conviene que le ayudemos a presentar esas súplicas con una oración que corresponda dichas peticiones.

Así se consigue que su oración no sea otra que la oración del enfermo, y ayuda al enfermo a convertir su camino en un camino con Dios.

Hno. Antonio Ostojic

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