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Hechos a imagen de Dios, peregrinamos, desde la concepción hasta que Él nos llame, a su encuentro.

«Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti.», San Agustín

Se afirma, y con razón, que la vida humana es don y respuesta.
El don es todo lo que Dios nos regala, ya que todo es gracia y providencia.
La respuesta será lo que nosotros hagamos con ese don.

«Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti.», San Agustín

La felicidad consiste, entonces, en una respuesta plena, integral.
Se realiza en todo nuestro ser, desde lo más nuclear e íntimo.
Se vive en el aquí y ahora, en tensión hacia el más allá, hacia lo eterno, lo trascendente, lo que permanece.
Cada paso queda así iluminado, sobre todo durante los momentos más oscuros. La felicidad, por el Hermano Antonio

No tiene que ver con el ruido y el disfrute superficial e intrascendente.
La felicidad eterna no debe ser sacrificada por nada transitorio.
Jesús llama «Felices» a los pobres, a los afligidos, a los sufrientes, a los perseguidos, a los pequeños, a los últimos, a los que entregan la vida.
Es paradojal y es auténtico lo que nos dice.
Nosotros le creemos totalmente. Él recorrió ese camino y nos lo propone. Es camino de salvación.

Una vez más aparece la vigorosa afirmación de San Pablo:

«Los sufrimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que un día se nos revelará.»

Todo adquiere sentido. Tenemos la certeza de su presencia. También cuando no llegamos a comprender sus intenciones o caminos. También en esas circunstancias sabemos con seguridad que «en Él vivimos, nos movemos y existimos».

No tengo dudas que la gente del Hospice tiene esta visión de la felicidad, que le permite testimoniarla en su vocación en ese lugar santo.

Y somos felices.

Hermano Antonio Ostojic

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