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La importancia de la Oración en la adversidad

«Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica…» Sal 85

La oración es una de las herramientas más eficaces que, a la hora de la adversidad, se convierte en un elemento fundamental para la quietud del alma. Si la adversidad es en la enfermedad, los pacientes pueden experimentar una sensación muy hermosa de cobijo. La voz interior de los que sufren es atendida con una dedicación especial por parte de Aquel que conoce el sufrimiento y lo ha padecido en carne propia. Es por eso, y muy necesario, promover la oración en aquellos que se sienten desolados, sobre todo, por alguna enfermedad.

Muchos buscan y no encuentran consuelo. Quizás, debemos preguntarnos: ¿dónde se busca ese consuelo? Comúnmente esa búsqueda se realiza exteriormente. La realidad nos dice que en el exterior hay demasiado ruido, demasiada distracción. La búsqueda, sin lugar a dudas, debe realizarse en el interior. Donde todas las voces se acallan. Donde nuestra alma se encuentra consigo misma y, al intentar develar la luz, se encuentra con la Luz misma.

«Alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti…» Sal 85

¿Es necesario acompañar al enfermo y conducirlo a la oración? Claro que sí. Es fundamental para fortalecer el alma. Pero ¿cómo se hace? Primero, experimentando nosotros mismos el encuentro con Dios en la oración. Nadie puede dar lo que no tiene. No hay nada que salga de nuestro corazón sin que antes se haya vivido en él.

Quizás en este tiempo de vacaciones, donde nuestras rutinas cambian un poco, donde nuestros tiempos son diferentes, podamos empezar a propiciar el encuentro. Como todo en la vida, es un ejercicio constante que sale de nuestra voluntad y se convierte en algo necesario para vivir.

«Inclina tu oído, Señor; escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.»

Atte. Gastón Colaprete
Vicepresidente y Coordinador de Voluntarios

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