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"Un verdadero médico es médico para toda la vida"

El 3 de Diciembre se conmemora el «Día del Médico». Quisiera compartir la alegría de ser médico con todos los colegas que día a día son fieles y coherentes a su vocación, trabajando para lograr el mayor bien de todas las personas enfermas.

Sabemos que es un día de festejos, encuentros y celebraciones; pero considero también que debe ser un día para la reflexión. En esta sociedad de bienestar, de consumo, de individualismo y relativismo moral, no puedo dejar de preguntarme día a día si todavía sigo fiel a mi vocación. Ser fiel a la vocación, muchas veces, no va de la mano del “éxito profesional” o del “éxito económico”, sino de la fidelidad a los “valores verdaderos” y “principios morales” que guían todos los días la praxis profesional.

Es cierto que en las últimas décadas, el progreso en la medicina ha sido sorprendente. No podemos negar que el médico, a través de la ciencia, la tecnología, la biología molecular y la genética, ha cambiado la evolución natural de muchas enfermedades. Este progreso, en múltiples situaciones, no ha sido acompañado de una reflexión ética fundada en los valores y principios, conforme a la ley moral natural, que se desprenden de la propia naturaleza humana. La «cultura del relativismo moral» y del «sálvese quien pueda», también marca hoy el rumbo de nuestra profesión, al extremo de adormecer nuestra conciencia haciéndonos perder el horizonte de los valores supremos y trascendentes centrados en la «verdad» y el «bien». Este relativismo moral se ha transformado en una dictadura, al punto que no nos permite hacer autocrítica, sobre todo, a los que queremos vivir nuestra profesión con honestidad, sinceridad y humildad, centrados en la «verdad», el «bien» y la «justicia».

Es importante que los médicos, sin caer en el prejuicio de «arrojar la primera piedra», comencemos a realizar una reflexión ética profunda para replantear nuestra praxis y redescubrir el motivo de nuestra vocación o intención primera, que fue y seguramente sigue siendo, la que nos movilizó a estudiar medicina. Muchas veces, no nos damos cuenta o no queremos ver que la «ética» que cada día vivimos en el ejercicio de nuestra profesión atenta contra la dignidad de la persona enferma, haciéndole vivir situaciones de indignidad que le generan mayor sufrimiento.

Estoy seguro que muchos médicos siguen hoy con su vocación intacta, como el primer día, pero otros, bajo una «visión ética distinta», se han transformado en mercenarios en el mundo del dolor y el sufrimiento. No pretendo «arrojar la primera piedra» y juzgar, sino simplemente hacer una autocrítica para poder mejorar nuestra vocación de servicio, sabiendo que tenemos que buscar el mayor bien del paciente. Para realizar una reflexión ética profunda, considero que hay tres valores que los médicos no podemos abandonar o perder de vista. Estos valores son: la Vida, la Verdad y la Justicia. También tenemos el deber moral de custodiarlos porque al estar enraizados en la propia naturaleza del ser humano, son evidentes por sí mismos. A los médicos, y sobre todo a quienes somos católicos, la profesión nos exige ser custodios y servidores de la vida humana. Debemos hacerlo mediante una presencia vigilante y solícita al lado de los enfermos, defendiendo su dignidad de manera incansable. Estamos totalmente obligados a defender la vida desde la concepción hasta su fin natural. Nuestra personalidad se debe diseñar desde un claro y absoluto no al aborto y no a la eutanasia. Buscar la verdad en la práctica médica, no significa que sólo debemos ser competentes a nivel científico sino interesarnos también por toda la persona humana en sus múltiples dimensiones, incluyendo también la dimensión espiritual.

Trabajar por la justicia, es luchar por la equidad, para que a cada enfermo se le pueda brindar una atención médica adecuada y de calidad, como parte del derecho universal a la salud, enraizado en su propia dignidad de ser persona. En este día, no puedo dejar de nombrar bajo razón de justicia, en las condiciones indignas que muchos médicos trabajan, ya sea por tener salarios bajos no acorde a su responsabilidad o por la falta de recursos para asistir a los pacientes. Sabemos que muchos médicos, a pesar de esta situación injusta, siguen fieles a su vocación, ocupándose humanamente de los enfermos y ayudándolos a que transiten el dolor y el sufrimiento de manera digna.

Finalmente, el médico no puede encerrarse en sí mismo. No puede simplemente pensar que ya tiene suficiente dinero, que ya no necesita trabajar, y que por tanto ahora se retira de su profesión, un verdadero médico es médico para toda la vida, si verdaderamente ha recibido esta vocación, la tendrá para siempre y la deberá ejercer para la humanidad como una misión precisamente recibida para bien de todos, y de la cual deberá dar cuenta a Dios cuando Él le diga «estuve enfermo y me fuiste a ver»(Mt 25, 36.43).

Mis más sinceros saludos y felicitaciones a todos los médicos que hacen de su profesión una verdadera vocación de servicio, ocupándose y preocupándose por el que más sufre.

Atte. Dr. Cristian Viaggio
Presidente y Magíster en Ética Biomédica

Esta entrada tiene un comentario
  1. Sin dudas que la vocación médica tiene mucho que ver con lo más íntimo y esencial del ser humano, y si se le da una respuesta vocacional, o sea, si se la considera una llamada, vocación, vocáre en latín, llamar, entonces plenifica a quien la ha recibido y ayuda a todos. Cristian, que es quien nos hace la reflexión, se muestra luminoso en esto, pero también es urgente que todos quienes han recibido este don, y que han respondido con generosidad, sigan reflexionando en torno a todo lo que tiene que ver con la bioética, para que puedan vivir su bello camino en plenitud, y para que se remedien muchos baches que suelen suceder, a veces, en la formación, donde tal vez se acentúe lo profesional y técnico, que sin dudas es muy necesario, pero sin olvidar la base de humanismo y ética que acentúa el respeto pleno a la persona y a su vida, la atención a quienes más lo necesitan, y tantos otros aspectos que los médicos conocen mejor que yo. Cristan, gracias por tu fidelidad a lo que el Señor te va pidiendo, y por este hermosa reflexión.

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