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Unidos por una misma causa

Que Dios hace que nuestros caminos se entrecrucen y se produzcan “casuales” encuentros, es tan cierto, para nosotros, como la luz de cada mañana…

Así fue como conocimos a Patricia Minadevino, secretaria de la Escuela de Educación Especial Nº 502, quien nos comentó que los alumnos de la institución necesitaban un lugar donde poder realizar la huerta, y que siempre pensaban “¡qué hermoso sería poder hacerlo en el terreno en donde el Hospice Madre Teresa construye su nueva sede, está tan lindo y nos queda tan cerquita!».

No tardamos demasiado tiempo en visitar la escuela. Allí fuimos recibidos por los chicos, que habían dibujado en el pizarrón los utensilios de trabajo guiados por el maestro Antonio, y junto a él nos explicaron qué actividades realizaban en relación con el trabajo de la tierra, cómo lo hacían y cómo utilizaban luego lo cosechado.

La charla fue amena, e hizo que tanto Cristian como yo, reconociéramos la alegría y satisfacción que significaba para todos ellos obtener un sitio en donde realizar la tarea. Nuestra visita finalizó compartiendo la merienda junto a todo el alumnado, las maestras, preceptoras y directora; degustando los exquisitos budines y pastafrolas que las chicas realizan en la clase de cocina.

El paso siguiente fue organizar la documentación pertinente para que los chicos pudiesen trasladarse con tranquilidad y hoy, a casi dos meses del encuentro, nuestro predio donde se construye la Casa de la Divina Misericordia posee un sector prolijamente diagramado en parcelas, con la tierra removida y los cartelitos que individualizan las especies de hortalizas que los chicos y Antonio van sembrado. Y ya reverdecen en el surco varias de ellas…

Los chicos de la Escuela Nº 502 son felices trabajando y compartiendo nuestra tierra: nosotros, al verlos, también lo somos, porque en la concreción de nuestro encuentro vuelve a vivir la Verdad de la afirmación de la Madre Teresa: “Hay una cosa muy bonita: compartir la alegría de amar”.

Nos llena de gozo pasar durante la semana y verlos en grupos de ocho o diez, cuidando y protegiendo cada semilla que va dando sus frutos. Reconocemos en sus rostros, sus manos y sus almas el claro mensaje que compartimos y que embanderamos quienes formamos el Hospice: cada uno de ellos, con su capacidad diferente de los otros o de nosotros, posee el don de la Dignidad de Ser Persona, que nos hace idénticos en Humanidad e Iguales ante la mirada Divina.

Atte. Andrea Pampín
Voluntaria

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