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Capacitados o “discapacitados”, humanos, personas, igualmente dignos.Está claro que la dignidad del ser humano le viene dada por ser tal, por su entidad de persona, no por otros motivos. Y eso lo posee todo ser humano desde la concepción y a lo largo de toda la vida. Si resumiéramos esto en una frase, el enunciado podría ser: VIDA PARA TODOS, SIEMPRE.

Desde el comienzo, desde la concepción, somos merecedores de amor, de respeto, de protección. Compartimos con todos esta convicción y, como creyentes, agregamos que esa vida es don de Dios, regalo para los padres, que son co-creadores y se responsabilizan de esa persona que han llamado a la vida.

Todo esto es aplicable a quienes designamos como «discapacitados». Hay quienes, con acierto, hablan de «capacidades diferentes». Y es verdad. Porque cada ser humano es capaz de brindar, y ellos en especial, inmensas riquezas de humanidad.

Cuando hablamos del aborto por una posible «discapacidad», solemos traer, y está muy bien, algunos casos emblemáticos como el de Ludwig Van Beethoven, Juan Pablo II, Andrea Bocelli, «El Chavo del Ocho», muchos artistas, porque a sus madres se les ofreció el aborto y optaron por la vida. Y está bien que lo hagamos. Pero, ¡ojo!, siendo esto verdad, puede esconder una trampa, y es que nos puede hacer pensar que el respeto al bebé por nacer «discapacitado» se aplica sólo a quienes, eventualmente, trascendieron a la fama o juzgamos eficientes. Y no es así. También el bebé que, en apariencia, poco o nada puede aportar según nuestros criterios, tiene exactamente, delante de los ojos de Dios Padre y de Jesús Hermano, la misma dignidad que Beethoven, Juan Pablo II, Bocelli, o tantos otros.

Jesús dice en el Evangelio que «los últimos serán los primeros». Para el mundo pueden ser los últimos, pero para los ojos y el corazón de Dios, son los primeros, y debieran serlo para nosotros. Bien dice el Papa Juan Pablo II que una comunidad se vuelve humana y cristiana en la medida que presta la máxima atención a sus miembros más débiles, pobres y vulnerables.

Queridos amigos y amigas, ésta es una verdad que nos llena de ternura, de amor, de bondad por la vida del hermano y hermana, y nuestra vocación es el pleno amor, y cuando encontramos personas que lo realizan en su vida y atienden y le dan prioridad a quienes parecieran «ineficientes», quedamos admirados. La vida más ineficiente, a nuestros ojos, puede esconder una gran EFICACIA, y de hecho la tiene.

Nos queda el llamado fuerte y esencial de Jesús, que se hizo «buen samaritano» de cada persona, de cada uno y de todos, ese llamado que nos dice: «ANDÁ Y HACÉ VOS LO MISMO».

¿Hacer qué? Hacernos hermanos de cada persona, dando prioridad preferencial al más vulnerable y débil, oponiéndonos a todo homicidio contra él a través del mal llamado «aborto eugenésico», que no es más que una forma brutal de homicidio. Y acompañar al bebé cuando nace, a la madre, al padre, a la familia, involucrándonos de lleno por un mundo mejor, que es lo que Dios quiere para todos y cada uno de sus hijos, que somos nosotros.

Atte. Hermano Antonio Ostojic
Voluntario

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