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Hospice Madre Teresa

«Aquel, el cual, siendo rico, se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza» (2 Cor 8,9)

¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino. (cfr. Lc 10, 25ss)

A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas.

La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria.

Teniendo en cuenta cual es nuestra vocación y misión, es necesario y hasta urgente, que nos detengamos en pensar cómo desarrollamos nuestro llamado a la «caridad».

El Hospice, sin lugar a dudas, es el lugar en donde Dios nos ha llamado a ejercer esta Caridad evangélica. Cabe destacar, que el lugar se convierte en medio para alcanzar el amor trascendente. La caridad para ser ejercida siempre ha necesitado un medio, la caridad se vincula o relaciona con algo externo a nosotros. El amor necesita alguien que lo reciba y por lo tanto un vehículo que lo acerque.

El Hospice es ese medio, que se nos abre para dejarnos ser y hacer la caridad. Por tanto, al Hospice hay que seguir fortaleciéndolo para que siga siendo soporte de amor. Que siga siendo medio y no fin de nuestra caridad.

«El amor -‘caritas’- es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz».

Atte. Gastón Colaprete
Voluntario – Vicepresidente

Esta entrada tiene un comentario
  1. Gracias, querido Gastón, por explicar tan bien la concreción de la caridad que brota de Dios y se hace expresión concreta en el amor fraterno. Muy bueno para no irnos por las ramas o evadirnos. Sabiduría sencilla.

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