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Ecce Homo, "Ahí tienen al Hombre"«Ahí tienen al Hombre», les dijo Pilatos, presentando al Señor de la Historia desfigurado, herido, maltratado. Su aspecto era tal que «no parecía un ser humano» (Lc 23,1-25).

Ese es el Hombre, ahí lo tienen, yo no me puedo hacer cargo de lo que ustedes harán, decía, mientras se lavaba las manos metafórica y literalmente.

Ese es el Hombre, decía Juan el Bautista, al señalarles al Mesías (Jn 1,25-34). Ahí lo tienen, síganlo.

Dos actitudes diferentes que tienen a un mismo sujeto en común: Jesús. El Ecce Homo, Ecce Agnus Dei, de Juan, es muy distinto al que Pilatos nos quiere mostrar.

Juan, desde su entrega y compromiso, se retira del centro de la escena para señalar al que realmente es importante. No sólo lo anuncia, sino que se involucra, lo bautiza para que se cumplan las escrituras, y luego muere por Él a causa de su testimonio (Mt 14,1-12).

Pilatos, desde otro lado, nos señala el símbolo de la consecuencia de nuestras diferencias, de nuestras mezquindades. Pilatos, sin querer o queriendo mostrar poco «poder» terrenal, lleva a cabo un acto de cobardía. Se corre del centro de la escena pero para ponernos ante nuestras narices las miles de actitudes que tomamos frente a los Cristos necesitados que nos encontramos todos los días. Cristos desfigurados por la vida, llenos de preocupaciones, de dolores, enfermedades, y sobretodo vacíos de amor.

Ecce Homo, ahí lo tienen, mostrando cómo quedan los que se atreven a ir contra lo establecido. Pensaba que haciendo alarde de poder podía imponer miedo, cuando en realidad Jesús nos estaba mostrando que así quedan los que se animan a jugarse la vida por lo justo. Así quedan los que se animan a dar la vida por el otro. Así quedan los que aman hasta el extremo.

Seguramente, en términos estéticos, no es muy tentador este camino. Pero nadie dijo que sería fácil. El camino marcado es un camino amplio, donde habrá rosas y también espinas. El camino marcado es un camino de la Cruz. Pero Pilatos se lavó las manos, se quedó sin ver el final. Por miedo, se quedó en el camino, no se arriesgó a dar el paso, no se jugó. No se animó a caminar al lado de Jesús. Pilatos se quedó sólo con la imagen del calvario.

Nosotros hoy sabemos que para alcanzar las alegrías del Domingo de Pascua es necesario pasar muchas veces por el Viernes Santo. No hay Domingo de Pascua sin Viernes Santo. Esto que parece ser un mero silogismo, encierra el misterio de la vida cristiana.

Atte. Gastón Colaprete
Vicepresidente

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