Saltear al contenido principal

Hospitalidad: virtud esencial en el Cuidado HospiceLa Comunidad Hospice permite un crecimiento interior y un crecimiento en la unión con Dios, aumentando en cada uno de sus miembros la conciencia del amor y la capacidad del don desinteresado. Este servicio, coronado por la gratuidad, está enraizado en la virtud de la Hospitalidad.

La  Hospitalidad es una virtud o cualidad que consiste en tratar bien y con amabilidad al prójimo, especialmente al más desamparado y abandonado. La hospitalidad, en la antigüedad, era una de las virtudes más valoradas. Por eso las personas consideraban que era un deber ser hospitalario con los desconocidos, los viajeros, los peregrinos o las personas enfermas. El modelo de Cuidado Hospice está basado en la filosofía  de la hospitalidad, esforzándose sus miembros por recibir y acoger a las personas enfermas y sus familias en el seno de sus corazones. La hospitalidad permite recibir y acoger al enfermo y su familia que han sido abandonados y condenados al destierro de la soledad. La amabilidad hace que cada persona que participa de este proceso doloroso pueda sentir que su dignidad no se ha perdido, y que el valor de ser persona está presente a pesar de que la enfermedad lo ha despojado de su salud física. La amabilidad es la manera más sencilla, delicada y tierna de expresar el amor al que sufre, quien a su vez, se siente digno de ser amado.  Este “buen recibimiento”,  lleno de cortesía y desposeído de todo interés comercial, ayuda a que cada Huésped pueda encontrar en el Hospice el sentido pleno de su vida. Al mismo tiempo, cada voluntario del Hospice va transformando su vida a partir de cada encuentro personal con el sufrimiento y el que sufre.

Qué ambiente virtuoso se logra cuando unos y otros están atentos entre ellos, y se tratan recíprocamente como hijos de Dios. Cuando una persona hace conciencia de su responsabilidad para con los demás, darse a los demás, participar en la búsqueda de su bien, está ejerciendo el «don de la reciprocidad», porque al hacer el bien a un semejante, se está haciendo bien a sí mismo. (Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma 2012).

Todas las personas que participamos del Cuidado Hospice debemos desarrollar esta filosofía del cuidado centrados en el amor (“caritas”) sabiendo que es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y la paz. La caridad con el enfermo terminal debe estar unida a la verdad natural y sobrenatural, evitando caer en el mero sentimentalismo vacío de la cultura sin verdad1. Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe,2 es posible lograr un mundo más humano, más justo y solidario. La hospitalidad que involucra la generosidad y la gratuidad en el cuidado de la persona enferma dignifica al que sufre. Esta filosofía del Cuidado, que se brinda en los Hospices, generalmente a través de una Organización no Gubernamental, no debe empañarse ni diluirse en la administración de estas  instituciones, corriendo el riesgo de perder de vista a las personas que sufren.

Actualmente, la justicia que viene de la corriente utilitarista, no alcanza para hacer justicia y no termina de equilibrar ni producir esa igualdad esencial que la justicia debiera generar.

“En la época de la globalización, la actividad económica no puede prescindir de la gratuidad, que fomenta y extiende la solidaridad y la responsabilidad por la justicia y el bien común en sus diversas instancias y agentes. […] La solidaridad es en primer lugar que todos se sientan responsables de todos; […] hoy es necesario decir que sin la gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia.”3

El Movimiento Hospice de Argentina , iniciativa de los Hospices Católicos, trata de difundir una ética del cuidado donde uno de sus principios es la Hospitalidad. Promueve la humanización del cuidado en el final de la vida, a través de una ética del cuidado, donde la fe ilumina la razón.

Atte. Dr. Cristian Viaggio
Presidente

1 BENEDICTO XVI, Caritas in Veritate, 2009, nn. 1-6.
2 Ibidem, n.9.
3 Ibidem, n. 38.

Esta entrada tiene un comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *