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Humanismo ecológico, ecología humana

Ecología, tema de moda. Trataré de situarlo en un contexto integral. Dios Creador, Dios Amor, nos regala el Universo, el Cosmos, y nuestra presencia en el planeta Tierra. La Creación, maravilla y huella de su Poder y Bondad.

El ser humano, persona, varón y mujer, hecho a su «imagen y semejanza» (Gén. 1, 26). «Somos linaje de Dios» (Hechos, 17, 28-29). ¡Dignidad única la de la persona humana, la de cada persona!.

Francisco de Asís es paradigma de esa ecología según Dios, se hace en cierta forma hermano de cada creatura, hermano sol, hermana madre tierra, hermano viento, hermana agua, hermano lobo… y de cada persona, a la que llama hermano mío.

Nos dice Benedicto XVI: “Hoy más que nunca nos parece claro que el respeto al medio ambiente no puede olvidar el reconocimiento del valor de la persona humana y de su inviolabilidad en cualquiera de las fases y condición de su vida. El respeto al ser humano y el respeto a la naturaleza van unidos”.

Cada uno de nosotros es un don, y lo es la naturaleza. Ambos reclaman responsabilidad y cuidado. Lo primero y esencial de la ecología es el amor y respeto pleno a cada persona, desde el comienzo hasta el final de su vida terrenal, vida que trasciende la muerte temporal, es trascendente hacia la vida eterna.

Hay quienes malentienden la expresión «hombre, rey de la creación», que significa señorío y uso bondadoso, no tiranía destructiva, por guerras, desertificación, contaminación, desigualdades hirientes,…

También es erróneo afirmar que el hombre, inexorablemente, arruina el hábitat. Es nuestro egoísmo, afán de poder, falta de amor fraterno, búsqueda desenfrenada del placer, lo que destruye.
Nuestra vocación y llamada es hacernos hermanos de cada ser humano, proteger su vida, la paz, el bien, la verdad y, por consecuencia lógica, proteger el hábitat, que es para todos.
No faltan recursos, falta amor solidario, hermandad, uso adecuado y compartido.

Amor y protección a la persona y a su vida, protección y buen uso del hábitat, son dos caras de la misma moneda. Decir sí a la persona humana, sí al cuidado de la creación, de la naturaleza.
Dios contempla la Creación y se complace, y de modo singular con sus hijos e hijas, que portan su misma imagen. Así también el hombre se complace y contempla la belleza del Cosmos, lugar habitable, como don universal para todos.

La Iglesia y la humanidad «tienen una responsabilidad respecto a la Creación y se sienten en el deber de defenderla también en el ámbito público, para defender la tierra, el agua y el aire, dones de Dios Creador para todos, Y SOBRE TODO PROTEGER AL HOMBRE FRENTE AL PELIGRO DE LA DESTRUCCIÓN DE SÍ MISMO». (Benedicto XVI)

Hermano Antonio Ostojic

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