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Te invitamos a leer las profundas palabras de Paula Olaizola, cofundadora del Hospice Madre Teresa, quien comparte su reflexión sobre los 20 años de un proyecto lleno de amor y dedicación.

Querida comunidad, querida familia…

Que difícil es poner en palabras lo que se siente después de 20 años de recorrido y andares…

Que difícil es pensar lo inimaginable en aquel momento. Algo que comenzó como una aventura, un “comenzar a…” un desafío lleno de miedos, incertidumbres y realmente sin saber hacia dónde estábamos yendo. O mejor dicho sí sabíamos, pero nunca imaginamos tanto… y sin dudas estuvo la gracias de Dios dándonos seguridad y certeza que por ahí era el camino.

Realmente miro para atrás, era una joven llena de proyectos, ilusiones, saliendo del cascarón universitario, emprendiendo proyectos laborales, decisiones personales, y pensando a la vez en hacer algo por la comunidad sin esperar nada a cambio, solo aliviar, ayudar y ser útil… ir a quienes estaban necesitando nuestra ayuda.

Si vuelvo a mirar para atrás, pienso en aquella propuesta de Cristian y recuerdo esas charlas en las que le decía “A ver Cristian, pensemos un poco más…”. Pienso en las charlas con Lore “Te parece… ? Será posible Lore?…”. Pienso en las etapas en las que cada uno de nosotros estábamos, y no puedo creer el paso del tiempo. Pienso en todas aquellas personas que apostaron a éste proyecto, que confiaron y apoyaron aquel sueño que hoy es una gracia de Dios, sin dudas un lugar Sagrado la Casa de la Divina Misericordia.

Pienso en aquellos pedidos a Dios de que nos guíe por el camino y nos de señales si aquello que teníamos en nuestra cabeza, pero sobre todo en el corazón, era posible o realmente era una locura…

Hoy después de 20 años, de haber arrancado en mi bicicleta amarilla que amé y me llevó a tantos lados, (aún la conservo aunque pintada de otro color jaja) tantos hogares, tantas familias, tantas historias, no lo puedo creer.

Miro para atrás y vuelvo a pensar nuestros primeros pasos, las recorridas de casas para alquilar para poder recibir a las familias… y luego vinieron los planos, terrenos, ladrillo por ladrillo y todo lo que llevó a tener la casa. Digo y vuelvo a pensar, Gracias Dios mío por haberme llevado por este camino.

Hoy veo a mis tres hijos, quienes han nacido en el Hospice, quienes lo aman tanto como yo, quienes se alegran por ir y revolotear por los pasillos, ir a la cocina y recibir el mimo de la voluntaria que esté, agradezco y vuelvo a decir, es por acá.

No tengo palabras más que gracias a todas aquellas personas que han hecho posible este sueño que soñamos e imaginamos, pero de verdad les tengo que confesar que no pensamos que íbamos a llegar a tanto.

Gracias a todos aquellos voluntarios que se subieron a ésta barca hermosa y sobre todas las cosas, gracias a todas las familias porque confiaron y confían dándonos la oportunidad de acompañarlos. Y sin lugar a dudas, gracias infinitas a los protagonistas de esta historia, que son los huéspedes, a quienes recibimos, cuidamos y acompañamos en el momento tan difícil de la vida por el que atraviesan, de quienes aprendemos más de los que ellos imaginan, porque nos enseñan el gran sentido de la vida, a valorarla como el don más preciado.

Gracias señor por tanto, gracias por ayudarme a decir Sí.

Abrazo, Paulita. (Como me dicen en su segunda casa, en mi amado Hospice).

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