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«La vida es servicio», cuatro simples palabras, una frase muy corta…pero con una potencia enorme, que encierra toda una forma de vida…una forma de vivir la vida.

Andaba deambulando por varios lados, tratando de prestar ayuda de forma desorganizada que no satisfacían mi necesidad interior y personal, cuando un día llegué al Hospice Madre Teresa y tuve la dicha de ser aceptada como voluntaria de la nueva casa que inauguraban. Así, empezaba a cumplir dos cosas: el sueño de servir al prójimo y la promesa hecha a la Madre Teresa.

Al principio, empecé a concurrir tímidamente…con muchas dudas y miedos cuando me acercaba a los huéspedes. Para mí era un tema ir a las habitaciones: me parecía que podía hacer todo menos asistir a los huéspedes. Sin embargo, hoy se convirtieron en mi razón de concurrir, comparto momentos con ellos, les alcanzo las cosas que necesitan, hablamos, me siento cada día más feliz y más comprometida con la misión de la Casa.

En el Hospice formamos un grupo hermoso de voluntarias y voluntarios que busca hacer el bien poniendo lo mejor de sí. Día a día aprendemos algo nuevo de nuestros huéspedes, de nuestros compañeros, de las enfermeras, de los profesionales de la casa. Día a día sentimos la paz que irradia el lugar, y nos cuesta irnos, porque nos gusta estar ahí, hacer, brindar, servir, compartir para hacer realidad la hermosa e incomparable frase “la vida es servicio”.

¡Gracias Hospice Madre Teresa!

Marga, voluntaria del Hospice

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