Testimonios

Conocí el Hospice cuando mi papá enfermó de cáncer. Con mi esposo y mi familia comenzamos a indagar de qué se trataban los cuidados paliativos para los enfermos y así encontramos el Hospice Madre Teresa. Nos desbordaba la angustia y teníamos muchos interrogantes. Buscábamos desesperadamente poder aliviar las secuelas de su enfermedad y encontrar alternativas para cuidarlo lo mejor posible hasta su último día de vida.

Llegué aquí como parte de una búsqueda personal por la cual pudiese ayudar a las personas ofreciendo más que nada mi tiempo y esfuerzo. Algo que pudiese complementarse con mis valores y forma de pensar.

Saqué coraje y pedí permiso para asistir a una de las reuniones del equipo de trabajo. La experiencia fue muy movilizante: un grupo de profesionales de la salud, preocupados por la situación de cada paciente, aportaba su ayuda y saber de manera absolutamente desinteresada.

Siempre tuve vocación de servicio e integré distintas instituciones. Pero hasta que conocí el Hospice, pienso, no me habían llegado a movilizar tanto.

Hoy, una vez elaborado mi duelo y después de haber hecho el Curso de Voluntarios, me encuentro en este "Bendito Hospice" formando parte de este grupo humano, aportando mi granito de arena. No fue una decisión más, sino un llamado de Cristo a quien dije ¡Sí!

Con muchas dudas al principio, hice el curso de voluntarias en 2010 y, a partir de ahí, con la Gracia de Dios, pude acompañar a personas en el final de sus vidas. Ellas han marcado la mía de una forma especial, ocupan un lugar de privilegio en mi corazón. Me ayudan a ser mejor persona, a relativizar las dificultades y a dar Gracias a Dios por TODO.

Si bien no conocía en profundidad el trabajo que la institución desarrollaba, fue el grupo humano que la integra el que me permitió generar identidad con la obra que se realiza.

Mi nombre es Carolina, soy médico desde hace diez años… Realmente creo que mi llegada al Hospice Madre Teresa -hace dos meses- ha sido por pura causalidad.